No te he dicho la verdad del todo, pero tampoco te he mentido

Soy consciente de que repito tema. Pero, antes de escribir mi anterior post sobre las mentiras en la etapa infantil, ya tenía pensado tocar el topic de nuevo, aunque en este caso desde la vertiente adulta. Concretamente quería centrarme en las verdades y mentiras de la vida en pareja. Y a eso voy, al menos a priori. 

No pretendo ahondar en cuestiones de infidelidad, porque por suerte no tengo mucho bagaje para hacerlo, aunque de todo se aprende. Con esto no digo que tenga ganas de ser una cornuda, pero animo a los que se han sentido engañados alguna vez, a sacar la parte positiva,  la de aprendizaje, la que siempre está ahí, en todo.

Con el título de hoy, te he querido resumir el quid del post que estás leyendo. Quizás para ti, igual que para mí, no decir la verdad es en parte mentir. O igual no. Puedes ser de es@s que defiende que obviar datos e información no es mentir, y cuando te preguntan por qué no lo contaste, respondes que no era algo relevante para ti y por eso no lo dijiste. Y tú, te chupas el dedo, o al contrario, le crees a ciegas, o a medias, qué importa.

Robert Louis Stevenson (1850-1894), escritor escocés dijo: “Las mentiras más crueles son dichas en silencio”.


¿Dónde está la barrera que separa la verdad de la mentira? ¿Obviar algo es ocultar algo? ¿Debemos decir siempre TODA la verdad? ¿Mentir es de listos, y por eso debemos parecer tontos y no hacerlo? Quien me siga y haya leído el post anterior, sabe de qué le hablo. 

La verdad es que, como todo en esta vida, debe consumirse de manera equilibrada, y mentir o decir la verdad no iban a ser menos. Este es mi punto de vista y no tienes por qué compartirlo. Si hablo de la gente que me rodea, pero que no pertenece a mi círculo más cercano ni familiar, las verdades vendrán casi siempre que pueda, y las medias verdades o mentiras, según el momento y cómo se mire, cuando me convenga. 

¿Moralmente incorrecto? Seguramente. Pero, a estas alturas de la vida, ¿quién vive en un mundo ideal, libre de intereses? El mío, y creo el de much@s está repleto de objetivos con obstáculos de por medio y dónde el competir existe, aunque se quiera negar este infinitivo hasta el infinito en las escuelas. Tanto que se quiere preparar a los niños en la no competencia, pero ésta existe señores y señoras, cuando abrimos la puerta del cole, instituto o universidad y salimos de ahí. Bienvenidos al mundo real.

A lo que íbamos. Me encantaría poder ser sincera al mil por mil, pero por desgracia o no, no vivo sola. Me acompaña una sociedad, que aunque a menudo no me guste, me acompaña, y no todo el mundo tiene las intenciones que debiera o que yo creo debiera tener. 

Pero con mi círculo directo todo cambia. 360 grados. Confío en mi gente y ellos confían en mí. ¿Y por qué ocurre eso? Porque guste o no, siempre he contado lo que hecho, pensado u opinado, aunque no les gustara. Y ahí sí que soy leal, ahora sí, mil por mil. Es sencillo. Mi familia, mi proyecto de vida es el que yo he escogido, o en el caso de los padres, hermanos son los que han hecho que yo sea como soy. Sólo por esos motivos debo creer en mi gente y ellos en mí. Y eso sólo se consigue confiando. Y, ¿cómo confían en ti? Siendo auténtica y verdadera, y eso está reñido con la mentira, bajo mi punto de vista. Profundicemos un poquito más y lleguemos a la unión de pareja, mi objetivo inicial de reflexión de hoy.

¿Qué pasa cuando descubres que tu pareja te ha mentido o no te ha dicho la verdad del todo? Vale, de acuerdo, ya hemos visto que pueden considerarse cosas distintas. Entonces vayamos por partes. 

La primera opción: ¿qué haces ante una mentira de la persona en la que más confías? Intentas escuchar una explicación del por qué, supongo. ¿Con qué finalidad me has mentido? La respuesta suele ser: porque sabía que sino te enfadarías. Pero, ¿sabes qué? Intentando que no me enfade, has hecho que hoy confíe un poco menos en ti. 

Y la segunda opción: ¿qué haces ante verdades a medias, mentiras a medias, en definitiva ante información obviada? 

En los dos casos, evidentemente se supone que el mentiroso u obviador (acabo de inventar un nuevo vocablo; el que obvia) es además confeso. A mí, personalmente me molesta más esta última opción. Decidme tonta, pero la mentira es más bestia, se puede notar con más facilidad, se la puede ver venir. En cambio, las medias tintas o el no decirlo todo, cuesta más de averiguar, me da más trabajo. Casi que hay más mala intención. No se cómo explicarlo, no sé si me entendéis. Sea cual sea el caso, ambas opciones restan más que suman, y no son bienvenidas en mi vida. Pero si se dan, me gusta poder hablarlo con quien ha decidido no contar la verdad de primeras, pero sí de segundas, sino no estaríamos hablando, evidentemente. 

Como digo, todo en esta vida es un aprendizaje y de las mentiras también se aprende, claro. Pero no te pases y practica también la verdad, más que nada por lo de hacer el bien también de vez en cuando. 


Para acabar, un consejo de parte de Jules Renard (1864-1910), escritor y dramaturgo francés: “De vez en cuando di la verdad, para que te crean cuando mientes”.

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