¡Qué no daría yo por un beso!




¡Qué no daría yo por un beso! Depende de quién, cuándo, dónde, cómo y por qué. Seguramente, Klimt (1862-1918) no se hubiera hecho tantas preguntas, o quizá sí. 

Hoy me he animado a comentar, probablemente su obra más conocida: El beso. 180x180, casi nada. Lo podéis encontrar en Osterreichische Galerie, Belvedere, en la Viena natal del pintor. Su padre, dorador artesano. Su hermano, crea con él y otro colega su taller propio de arte; tenía unos 20 años. Después de determinados encargos, que dieron bastante que hablar, (digamos que fueron objeto de burlas, como los techos de la Universidad de Viena), parecía que su carrera decaía a un ritmo vertiginoso; sus obras fueron tachadas de pornográficas y  pervertidas, cosa que dañó seriamente su reputación. 

Pero, ¿quién dijo miedo? A partir de ese momento, Klimt pintó con más furia, pero a la vez dudaba de su propio trabajo. Dicen que después de la tormenta siempre viene la calma. Y así fue. Empezaba aquí, la época gloriosa del artista. El cuadro fue vendido antes de terminarse, y después el museo Belvedere lo compró por una cantidad desorbitante para la época, 25 mil coronas, casi 250 mil dólares (hasta entonces, en Austria, el cuadro más caro que se había vendido había costado 500 coronas). Mucho dinero por una obra en la que confluyen movimientos artísticos muy diversos: las figuras pertenecen al Art Nouveau de Viena, las decoraciones de los mantos al Arts and Crafts, mientras que las espirales pertenecen al arte de la Edad de Bronce, y para rematar, el dorado al arte bizantino.

¿Qué siento cuando observo “El beso”? Nada. Sí, de verdad. No siento nada. ¿Y entonces por qué escoges esta obra?, diréis. Simplemente, me gusta. Estéticamente, artísticamente, creativamente me fascina. Mis ojos se van directos al dorado. Después a aquello que ornamenta lo dorado, blanco, negro, y gris por un lado, multicolor por el otro. Y muy al final, entonces sí, mi mirada se dirige al beso en si. Pero no al final de todo. Ese puesto se lo guardo al horroroso plano de fondo, y también a lo que pretende ser hierba y flores, dónde se aposentan las figuras; por supuesto es mi humilde opinión, expresada desde el máximo respeto crítico.

Vayamos por partes. Klimt ya hizo queriendo eso de no dar profundidad al cuadro, para dar importancia únicamente a lo que el título de la obra se refiere. 

Por otro lado, la manera de utilizar los adornos en los tejidos me recuerda inevitablemente a una apreciación mía de la vida cotidiana. Quizá es una tontería, pero encaja. La decoración del tejido del lado masculino es a base de blanco y negro. Me acuerdo de pequeña, cuando acompañábamos a mi padre al Corte Inglés a comprarse ropa, entonces trajes para su trabajo, yo era incapaz de divisar ni un solo color en aquella segunda planta. Para mí todos los trajes eran iguales, del mismo tono, aburridos, negro, gris, azul marino, como mucho un marrón oscuro, y camisa casi siempre, blanca. En cambio, en la primera planta, la de mujeres, la película en blanco y negro se convertía en una fiesta de colores, ¡había tanta variedad! 

Lo mismo me sucede aquí. Los tejidos que cubren la silueta femenina, aún guardando la línea dorada del hombre, contienen adornos totalmente opuestos al de su pareja en la pintura. Aún así, las dos figuras se unen en sólo una, bajo las ropas. 

El cuadro representa la sensación de amor pleno, sexual y espiritual. Está cargado de erotismo. Si os fijáis bien, las formas curvas predominan en ella y las rectas en él, pero si os fijáis aún más, el amante tiene decorada parte de su ropa con alguna curva, muy discreta y al revés, ella alguna recta, que queda muy disimulada, eso sí. Con esos detalles puede confirmarse aún más esa unión, del tipo ya que queráis pensar vosotr@s mism@s.


La castidad es en algunos virtud, mas en otros es puro vicio.
Friedrich Nietzsche


Se trata de una pareja de amantes, encerrada en su intimidad. Algunos historiadores del arte creen que pudiera ser un autorretrato, siendo así el pintor austríaco con una de sus amantes de hace años, como fue la diseñadora de moda Emilie Flöge. Otros afirman que la mujer podría ser una dama de la alta sociedad Adele Bloch-Bauer, que ya habría posado para un retrato del “periodo dorado” ese mismo año (1908). 

¿Qué fue el periodo dorado? Marcó su inicio precisamente con la obra que comentamos hoy de Klimt. Éste, inspirado por los mosaicos bizantinos que había visto en sus viajes, mezclaba pan de oro en sus pinturas al óleo, para crear su propio estilo. Concretamente se dice, que esta pintura está inspirada en un viaje que hizo por Italia en 1903, cuando visitó la iglesia San Vital de Rávena. Algunos consideran blasfemo el hecho de utilizar el pan de oro, característico de muchas iglesias para representar un tema tan placentero terrenalmente hablando, paseándose por la sensualidad y sexualidad de los amantes representados. 

Salvo los ojos cerrados de ella (porque él oculta el rostro), no percibo demasiada expresión facial. No se la ve contenta, pero tampoco a disgusto, como muchos mantienen al afirmar que el agarrotamiento de los dedos de las manos podrían significar rechazo e incomodidad de estar ahí. 

Me llama poderosamente la atención el hecho de que la mujer esté de rodillas; si se pusiera de pie sería más alta que él (lo siento, pero nunca me ha gustado que el hombre sea más bajo que la mujer en la pareja, prejuicios míos quizá, rollos mentales totalmente estéticos). El caso es que el hombre muestra un total dominio sobre ella. Era raro en Klimt pintar figuras masculinas, pues en toda su obra predomina la mujer, siempre.

Antes de finalizar mi humilde y nada pretencioso, o al menos eso pretendía, valga la redundancia, análisis de “El beso”, quisiera que por un momento imaginarais esta misma pieza pictórica en otra tonalidad predominante, por ejemplo tonos azulados, rojizos o si queréis plateados. ¿A qué no? ¿A que no sería lo mismo? 

He llegado a la conclusión de que este cuadro me fascina por el pan dorado, definitivamente. En el cole, nuestros alumnos han intentado hacer una réplica del árbol de la vida, también de Klimt, y estoy segura que de haberlo sabido antes, el artista hubiera utilizado rotulador permanente dorado como nuestros peques, para el tronco y las ramas. Seguramente más barato y más fácil hubiera resultado. Ya dejo de decir tonterías…

No quería acabar el post sin hacer una mención especial literaria acerca del beso en sí. He encontrado un documento en la red, con unos poemas que me han hechizado. Os hubiera puesto los más conocido de Bécquer o Neruda, pero estos versos de José Carlos Nistal Jarrín, poeta y ganador de algunos premios literarios importantes, me han sorprendido y encantado, y quería compartirlos, cómo no, con tod@s vosotr@s. Podéis disfrutar de más poesía del beso aquí.

BESO OCTAVO
Acogiendo entre los brazos
tus caricias delicadas,
tus sueños apasionados
y los besos de tus labios,
me recreo contemplando
la oscilación de tu pecho
que al mío se ha juntado.
Besos, caricias y sueños
de tus brazos a mis brazos
de tu corazón al mío
que de besos se ha colmado.

BESO NOVENO
Ven con tu beso a mi boca,
ven, de tu labio a mis labios,
ven de tus sueños a mi sueño
y así podamos soñarnos.
Oye mi voz que te busca
oye mi luz que te llama
oye, que mis ojos quieren
que con tus besos me vaya.

BESO DEFINITIVO
Besar, es amar tu voz,
susurrar versos a tu alma,
coser suspiros y alas de mariposas
a la luz de tu mirada,
es llenar el mundo de colores,
completar tu paleta de pintor
con los reflejos del alba,
es esparcir por tu huerto
los aromas, las palabras
que brotan del corazón
y no hay quien pueda pararlas.

Si alguna vez has notado que tus pulsaciones pasaban de 60 a 130 de golpe, no es que padezcas ninguna enfermedad, es que sólo estabas besando, sólo digo, qué burra. ¿Y para qué ir al gimnasio, si cada vez que besas pones 30 músculos en activación? Fuera bromas. Disfruta de un beso siempre, lleno de emociones como el amor, la alegría y la felicidad. Besos de deseo, de pasión, de amistad, de seguridad, de calma, de confianza, de amor por supuesto, pero sobretodo de bienestar. ¡Disfrutadlos! Y olvidaros del de Judas…

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